Teletransporte

Junio 7, 2015 - Noticias, Publicaciones

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Teletransportar objetos, como lo hacían en Viaje a las estrellas hace 50 años, presenta dos problemas. Primero, es muy difícil porque implica separar el objeto (o cuerpo) en los átomos que lo componen y enviar, de alguna manera, los átomos por el aire hasta el lugar de destino para volver a juntarlos en el orden correcto sin que sobre ninguno.

El segundo problema es que, al teletransportar un objeto, este se va para el lugar de destino y en el lugar de origen nos quedamos sin él.

La impresión en tres dimensiones (3D) resuelve ambos problemas. En lugar de enviar el objeto al lugar de destino, enviamos la información necesaria para imprimirlo –por correo electrónico–, de manera que terminamos con dos objetos exactamente iguales en dos lugares diferentes.

Las impresoras 3D tienen 30 años de existir, pero la tecnología estuvo protegida por patentes hasta hace como siete años. Cuando vencieron las patentes, los precios se desplomaron y estalló el mercado. Hoy es posible adquirir una impresora 3D doméstica por menos de $250.

Popularización de la tecnología

La información requerida para imprimir en 3D es un plano en tres dimensiones, los cuales hasta hace poco solo se podían elaborar con software sofisticados de diseño (como AutoCad). Hoy existen apps en dispositivos móviles (“teléfonos inteligentes”) capaces de generar el plano en 3D a partir de un video o de una serie de fotos del objeto en cuestión.

Así es como pasamos de impresoras 3D con precios de cientos de miles de dólares utilizadas por ingenieros y diseñadores expertos para producir, sobre todo, prototipos, a impresoras con precios de cientos de dólares utilizadas por toda persona curiosa que disfruta producir “cosas”.

Junto al abaratamiento y popularización de la tecnología también ha habido un auge en la cantidad de materiales utilizables: pasamos de una docena que empleaban las grandes y caras impresoras 3D a más de 300 disponibles hoy. Y crece constantemente.

La impresión de órganos humanos es incipiente todavía, pero a la velocidad en que se está desarrollando la tecnología pronto será una realidad.

Ahorro

Las implicaciones de estas tecnologías son de vasto alcance. En los Estados Unidos se gasta anualmente un 16% del PIB en logística; esto es moviendo cosas de un lugar a otro.

Hace tres años, hubo un accidente aéreo en Nigeria, que causó cientos de muertes porque, si bien sabían que una pieza de una turbina requería ser reemplazada, traer el repuesto del lugar de producción demoraba varias semanas. El costo de detener el avión durante ese tiempo los llevó a tomar tan riesgosa decisión. Dicha pieza y otras similares en la actualidad se pueden imprimir en cualquier lugar del mundo.

Es posible que en los próximos 10 años no vamos a tener impresoras domésticas que impriman objetos de cientos de materiales, pero es probable que existan centros de impresión (en lugar de centros de distribución) donde se generen toda clase de cosas mediante este sistema.

Los ahorros para la economía serán enormes, pero vendrán con un costo: la industria de la logística y transporte de mercaderías resultará seriamente afectada, al igual que otras como manufactura y construcción.

Ya se ha impreso un automóvil, y se están imprimiendo casas. Recientemente, en China, se imprimieron 10 casas en 24 horas. La disrupción a sectores enteros de la economía será severa y sucederá muy rápido debido al ritmo exponencial del desarrollo tecnológico.

Ideal para estudiantes

Es difícil entender por qué no se ha masificado el uso de estas tecnologías en colegios y universidades de todo el país.

En el laboratorio de fabricación digital de la Universidad Veritas, es una de las tecnologías más populares entre los estudiantes. Imprimir cosas es “chivísima” y construir uno mismo la impresora utilizando hardware libre es “demasiado chiva”.

El desarrollo exponencial de la tecnología nos augura un futuro muy diferente, y muy pronto.

Ni por un minuto pienso que será fácil aprovechar los beneficios al tiempo que sorteamos los peligros, pero estoy casi seguro de que aquellos a quienes el futuro los tome por sorpresa no tendrán oportunidad de sortear los peligros.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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