Es bastante natural tener miedo al futuro, sobre todo en estos días de cambio acelerado, cuando sabemos que la velocidad del cambio solo seguirá aumentado. De ahí que la mente inquieta del que quiere ayudar, y ayudarse, se ha dedicado a buscar la vacuna contra el futuro. Esta es una vacuna que al adoptarla –ya se descartó ingerirla– se proteja uno de los afectos adversos de los cambios bruscos que sin duda vendrán.
Los estrategas empresariales han recomendado agilidad empresarial; el problema es que eso es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo en organizaciones grandes y antiguas. Los visionarios han recomendado la masificación de una educación basada más en entendimiento que en información, el problema con esto es la falta de entendimiento de algunos educadores. Algunos futurólogos han recomendado no esperar el futuro, sino adelantarse y producirlo –habiéndolo antes anticipado–, otra vez, muy difícil.
Tal vez la vacuna general contra todos los peligros del futuro sea muy difícil; una opción sería adoptar vacunas específicas para problemas puntuales o, por lo menos, aprender de las vacunas que existen en campos específicos.
Vejez prematura. Un ejemplo son los sistemas de información, que se han vuelto esenciales para el funcionamiento de casi todas las organizaciones del mundo. El futuro amenaza la infraestructura de sistemas en dos direcciones harto conocidas: los usuarios (y sus competidores) siguen inventando nuevas maneras de hacer negocios y los proveedores siguen inventando nuevas tecnologías (y nuevas formas de “amarrar” al cliente). Los informáticos encargados de producir y mantener dichos sistemas han sido, a la fecha, incapaces de modificar los sistemas suficientemente rápido para evitar la dependencia de los proveedores, aprovechar las nuevas tecnologías y para adecuarse a los nuevos requerimientos. El resultado son cientos de miles de millones de líneas de código obsoleto encerrado en equipos y software igualmente obsoleto, a estos se ha dado llamarlos sistemas legados (legacy systems). Muchos de estos sistemas tienen menos de 10 años, algunos son más recientes.
Hace 30 años empezaron a trabajar en la vacuna contra la obsolescencia, en esa época el problema se llamaba portabilidad del software (la habilidad de portar el software del equipo de un proveedor al equipo de otro). Primero se definieron lenguajes estándar (como cobol y fortran), pero la portabilidad del software escrito en dichos lenguajes dejaba mucho que desear (los proveedores amarraban la implementación del lenguaje estándar a su propio sistema operativo). Luego aparecieron sistemas de software grandes y complejos, implementados en diversas plataformas de hardware. Pronto descubrimos, sin embargo, que depender de un proveedor de software no es mejor que depender de uno de hardware (ni siquiera es más barato).
Por eso hace 15 ó 20 años empezó el movimiento de los estándares abiertos. Este movimiento no tiene nada que ver con el software libre (open source), sino se refiere a estándares que le garantizan al usuario poder cambiar el software de un proveedor por el de otro (siempre y cuando los dos proveedores se adhieran a los estándares).
Opción perfecta. Recientemente, en los últimos 4 años, se ha desarrollado un estándar que promete la vacuna perfecta. El Object Management Group (OMG), organización internacional, independiente y sin fines de lucro que agrupa a más de 500 organizaciones proveedoras y usuarias de tecnología ha desarrollado la Arquitectura Dirigida por Modelos (MDA).
La idea es bastante sencilla: modelar los sistemas, con lenguajes formales estándar, que permitan transformar (automáticamente) el modelo en sistema, para cualquier plataforma de hardware o software. Cuando cambian los requerimientos, sencillamente se cambia el modelo y se vuelve a generar el sistema; cuando cambia la tecnología (o el usuario requiere cambiar de proveedor) sencillamente se genera el sistema para una plataforma diferente.
La implementación de la idea anterior en realidad no es tan sencilla como suena, pero no importa: mientras el usuario lo vea y entienda como sencilla, será sencilla (la complejidad escondida en las herramientas). La lección del enfoque al producir esta vacuna es también sencilla: identificar las fuentes de variación y elevar el nivel de abstracción. Desafortunadamente no siempre es fácil identificar las fuentes de variación y no siempre, sobre todo cuando hay átomos de por medio, es suficiente elevar el nivel de abstracción para derrotar las variables de cambio. Pero el valor de los estándares es claro y obvio. Ya quedan, por suerte, muy pocos proveedores de tecnologías con suficiente arrogancia para oponerse a los estándares.
Artículo publicado en el periódico La Nación